La Sana Convivencia
Aprender a convivir es parte del desarrollo integral de las personas.
Aprender a ser ciudadano/ciudadana y desarrollar los valores y competencias requeridas para convivir con otros, es parte del desarrollo de una persona. Saber convivir armoniosamente con otros, expresarse, participar, dialogar, resolver pacíficamente las diferencias, afecta positivamente el bienestar psicosocial de las personas. En lo social, las personas integralmente desarrolladas, ejercen mejor su ciudadanía cómo se conviva diariamente en la escuela, durante ocho o doce años, enseña un modo de convivencia. Ese modo puede estar caracterizado por enseñar a respetar a todos y todas como sujetos de derecho, a participar, dialogar, responsabilizarse, obedecer en el marco de una sociedad democrática, cuidar y solidarizar con otros y otras, reflexionar, discernir, trabajar en equipo y organizarse.
Para enseñar y aprender, la escuela tiene que organizar la convivencia interna.
Investigaciones demuestran científicamente que hay mejores aprendizajes donde hay un buen clima y gestión de la convivencia escolar. Los docentes trabajan más felices y coordinados, los y las estudiantes respetan más la institución y se sienten apoyados y desafiados a aprender, las y los apoderados se sienten confiados, se adquieren más aprendizajes académicos y socio afectivos, y se logran mejores resultados en las pruebas nacionales, entre otros hallazgos que enfatizan el alto impacto de la convivencia en los aprendizajes.
Para gestionar la convivencia escolar se necesita liderazgo, compromisos institucionales, compartir una visión y un proyecto educativo que promueva la prevención y el desarrollo, y contar con un equipo de profesionales que coordine esta gestión y permita generar estrategias y acciones concretas en la escuela y liceo. Es decir, además de motivación y visión, se necesitan recursos humanos y de tiempo para realmente convertir las buenas intenciones en prácticas concretas de desarrollo de nuestros estudiantes.
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